El pasado melancólico del Cine Lindavista en la Gustavo A. Madero

Ciudad de México

El Cine Lindavista, un asombroso recinto que fue el refugio de los capitalinos que amaban las películas, aunque ahora ya no queda rastro de lo que fue alguna vez este palacio cinematográfico, su esencia deambula por la memoria de todos los capitalinos que nacieron a mediados del siglo XX y sólo por eso vale la pena rendirle un pequeño homenaje.

Digno del absurdo de la Ciudad de México, este cine se convirtió en una casa abandonada y luego en un templo religioso que nadie terminó de construir.

El Cine Lindavista representa lo que ya no hay, un pasado melancólico que nos permitirá conocer ese pequeño instante en el que ir al cine era un verdadero lujo.

La construcción llamó la atención de todos los capitalinos. Su fachada protagonizada por una gran torre hizo que los vecinos, capaces de ver la construcción desde muchas cuadras atrás, lo bautizaran como el Palacio de Lindavista.

Inicialmente, el cine tenía más de 1500 butacas, el boleto costaba poco menos de dos pesos y muchos de los estrenos eran nacionales, películas del cine de oro de México.

Esta pequeña obra de arte fue hecha por Charles Lee, un arquitecto de Chicago de además de trabajar con Frank Lloyd Wright, se dedicó a diseñar una multitud de teatros y cines en Estados Unidos, en particular en la costa este.

Otras grandes construcciones que se le adjudican son el Fox Theatre o el Hollywood Melrose Hotel, dos edificaciones icónicas que representan el estilo clásico y sofisticado que imperaba en Los Ángeles durante el periodo de entreguerras.

Durante los años 70, el Cine Lindavista cambió de orientación y se volvió para los niños. La torre se transformó en un gran castillo parecido al del famoso parque de diversiones de Estados Unidos.

A partir de ahí, toda la cartelera estaba dedicada a películas para los más pequeños.

Por ejemplo, ahí se proyectaron los grandes éxitos de Disney de los 80 y los 90. La sirenita, La Bella y la Bestia, El Rey León y hasta Aladdín. También algunas joyas clásicas como Querida encogí a los niños o Pie pequeño en busca del valle encantado.

Una visita al Cine Lindavista significaba algo más que ver la película animada del año, era una gran aventura absoluta.

Además, como buen cine de los 80 este contaba con los matines de fines de semana, permanencia voluntaria e intermedios para que los espectadores pudieran estirar las piernas.

Los espectadores fueron abandonándolo, hasta que el castillo se volvió un pequeño cine de barrio en el que imperaban las ratas y la extrema falta de mantenimiento. Fue así como en 1997 cerró sus puertas.

Al pasar los años, el palacio de Lindavista fue ocupado por personas en situación de calle hasta que, en los primeros años del milenio, se cedieron los terrenos a la iglesia, que quiso convertir el espacio en un templo dedicado a Juan Diego, a propósito de la santificación de Juan Pablo II.

Pero, la construcción de la iglesia nunca terminó. Pusieron la primera piedra, instalaron una gran cruz de madera, pero nunca lo terminaron.

En la actualidad solo queda un terreno desamparado con una cruz en vez de un castillo y con muchos recuerdos de adultos que fueron niños ahí.

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